miércoles, 11 de junio de 2008

Libro recomendado: "Blanco es el sueño de la noche"

Hace pocos días se presentó el poemario Blanco es el sueño de la noche, el ultimo libro de la poeta peruana Lena Retamoso. Después de cinco años de silencio podemos afirmar que la voz de Retamoso toma más cuerpo aunque toma cierta distancia de Milagros de Ausencia, su anterior poemario.

En su ópera prima, Lena Retamoso se distinguía por un erotismo fino, sutil e inocente, propio de aquel que descubre su sexualidad. También estaba la visión de alguien atada a la materia que buscaba trascender las formas corpóreas para asir instantes inefables y reveladores presentes en el arte (el cine y la literatura, por ejemplo), el tiempo, la naturaleza y las mismas personas. Ahora Retamoso, si bien no cesa en su búsqueda, sabe que los hallazgos y encuentros no son milagros que deparan pureza o tranquilidad, sino que estos pueden ser tan espantosos y agobiantes como la realidad más áspera. Encuentros con bichos en la cama, bestias desdentadas la locura, la anomalía forma parte de sus nuevos encuentros. Retamoso escribe: en cualquier momento/ me encontré cavilando frente a un estanque/ en el asiento más desolado de un tren/ o tal vez meditando antes de dar el gran paso de mi vida (Mariposa Nocturna). Su búsqueda es la búsqueda del hombre que está condenado a ser como lo ejemplifica la cita que hace Retamoso de Borges: "¿Qué es el insomnio? ... es el horror de ser y seguir siendo, es el alba dudosa". Para Retamoso el hombre es un animal insomne.

Blanco es el sueño de la noche es un poemario más pretencioso que el anterior: está dividido en seis partes: Blanco, Sueño, Locura, Anomalía, Noche y Blanco. Es un viaje que termina en el lugar de partida pero que deja al viajante una experiencia que no le permite regresar como era antes. Además tiene un inusual ¿prólogo? del reconocido académico Jorge Wiesse titulado Despojos de la diosa ambarina (Diccionario mínimo), que rivaliza en calidad poética con la autora, aunque quizá peque por eso mismo. Por otro lado, la autora utiliza el espacio que le proporciona la hoja para mover la palabra escrita como fichas de dominó más que logrados ejercicios de complementación visual como lo hacía Apollinaire o Eielson (ambos muy conectados con las artes plásticas). No era necesario jugar con la disposición de las palabras porque la poesía de Retamoso no lo necesita y al final el acabado queda como ejercicios onanistas y autocomplacientes. Pero este error (quizá debido a la juventud de la poeta) no menoscaba un libro complejo y visceral al mismo tiempo, que nos regala en cada página, en el peor de los casos, algunos versos memorables como: blanca la piel que descubre al horizonte abandonarse en sus contornos/ blanco el grito de Narciso frente al espejo/ blanco el día en que tu cuerpo/ hace de mis espinas un racimo de flores/ blanco el deseo que al amante su voluntad lacera/blanca su impaciencia de ola tras ola/ blanca la distancia entre la tierra/ y los magos que pueblan el cansancio de sus pies en el cielo.

Este poemario confirma el talento de Lena Retamozo y esperemos que llegue a su madurez poética para esperar obras maestras.


Caeiro

Nota: Les trascribo en su totalidad un poema de Retamoso que rinde tributo a Federico García Lorca y su extraordinario Diván del Tamarit.

Casida del sultán

sultán

como extraño tu olor a agitación de niño

a chubasco perdido entre explosión de orquídeas

extiende tus manos sultán y que yo pueda emerger de la manta que te eleva

devuélvele al sol el ardor con que tu deseo suele arremolinarme

cava el espacio entre mi olvido y tu extasiada rendición

con diligencia ciega empárate al manar infinito de las hormigas

mana en mi decisión de alejarme de ti

hasta que la distancia caigan las fronteras como gajos de lepra

mana en el tiempo

que los segundos salgan enardecidos de sus celdas y se estremezcan

en el escarpado sendero que horada todo vivir vano


dulce duende

sultán de sueños

atropella mi llanto con tu látigo

que mis lágrimas se crispen y pueda embellecer tu sombra con su húmedo clamor

y las aceras erguir como interminables alientos exhaustos

abandónate

envuelve tu carencia con la fragua mustia que anida la neblina

y sienta al olvido en tus entrañas

como una vez también

sin previo aviso

me aposentara yo


sultán empieza mi destrucción desde el instante en que posees mis pies

en que tu beso los cobija dentro de su mezquita de lenguas supremas

tus prendas diamantadas me acarician con la felicidad de los colores en las velas

con el gemir de innumerables cuculíes sin sueño


sultán

desde esta ventana

con las manos en el pozo del llanto

y los pies entumecidos en la morada de tus últimas huellas

he de permanecer

hasta que en los bordes de mi lengua infértil vea surgir tu marea

tu saliva de barca

la bruma que corre inadvertida en la osamenta de los lápices

la tinta

esparciéndose

en la palabra


domingo, 1 de junio de 2008

El cine de Alejandro Jodorowsky

Una de las escenas de La Montaña Sagrada.

El cine de autor es una etiqueta que muchos consideran como la máxima categoría dentro del cine. Las películas de Truffaut, Bresson, Bergman, Fellini, Antonioni, Cronenberg, Lynch, entre otros auteurs son consideradas como un cine personal y original, y por lo tanto, para muchos, el ejemplo a seguir si se quiere hacer un cine de extraordinaria calidad. No voy a refutar esa idea usando como ejemplo las grandes cintas del cine de género (que sigue parámetros prestablecidos y que por eso supuestamente deja poco espacio para la creatividad del director) sino el mismo cine de autor: hay universos fílmicos que son deleznables, como el del argentino Eliseo Subiela, o el mítico Ed Wood (aunque no lo crean puede ser admitido como un autor, ya que escribía y dirigía sus películas, además que tenía una visión esperpéntica que es común a todas sus películas). El chileno Alejandro Jodorowsky es, sin duda alguna, un cineasta de autor, pero esa condición no lo hace necesariamente un genio. Su obra fílmica genera una reñida polémica entre los que lo odian y lo aman.

He visto las 4 películas que Jodorowsky considera completamente suyas: Fando y Lis (1968), El Topo (1970), La Montaña Sagrada (1973) y Santa Sangre (1989). En todas ellas encontramos algunos elementos comunes y que son indistinguibles al chileno: un amplio abrazo al misticismo y un menosprecio al materialismo, reflejada en imágenes grotescas (no importa filmar la deformidad ni la fealdad del cuerpo o materia ya que lo que importa está dentro o, en algunos caso, fuera de ella) trastocadas con atmósferas lisérgicas y surrealistas (no necesariamente son excluyentes, no olvidemos que los surrealistas experimentaron antes con alucinógenos para distanciarse de una mente dominada por la razón y explorar el inconsciente). Pero quizá lo que más llama la atención sea esa condición de predicador que Jodorowsky (que también actúa en alguna de sus películas) se autoimpone. Para entender completamente su cine no podemos obviar su otro oficio (el chileno es multifacético y es desde poeta hasta lector de tarot): el de psicomago, es decir una suerte de chamán combinado con psicoanalsita. La psicomagia, creada por él mismo, trata todo tipo de neurosis (no recuerdo en este momento si Jodorowsky llamaría así a los trastornos de la mente) mediante la representación física de los sueños de sus pacientes, lo que lleva a montajes realmente absurdos o inefables en el mejor de los casos. La psicomagia, es sin duda, una de las fuerzas motoras de su cine.

Fando y Lis


¿Pero es logrado el cine de Jodorowsky? Muchos cuestionan el carácter aleccionador de su cine que trata de convencer al público las estrafalarias creencias de Jodorowsky. Eso no me parece un argumento válido ya que el cine ha dado muchos ejemplos de cintas propagandísticas o aleccionadoras que son obras maestras, como las del cine formalista ruso para solo mencionar un ejemplo. Lo que sí puedo decir que a Jodorowsky se le pasa la mano en sus filmes y convierte algunas escenas en pasajes dignos del peor libro de autoayuda. El Topo, quizá el western más atípico de la historia del cine, que me parece una película lograda, peca de momentos insoportables, como cuando el Topo se convierte en una suerte de predicador y se compara a los profetas biblícos y al mismísimo Jesús. La Montaña Mágica, su película más famosa, me parece un rotundo fracaso, ya que Jodorowsky nos ofrece un sermón de de 2 horas, que por momentos llega a ser francamente abominable. El lado menos atractivo del cine de Jodorowsky es cuando este olvida su condición de cineasta y se convierte en gurú.

Lo que salva a Jodorowsky es su innegable talento para crear imágenes sobrecogedoras y sorprendentes así como diálogos e historias originales y atractivas, si es que dejamos de lado sus arrebatos de predicador barato. Fando y Lis, la historia autodestructiva de dos amantes en peregrinación, tiene un comienzo excepcional, con Lis comiendo flores (fin de la adolescencia y virginidad) para dar paso a las primeras palabras que se escuchan de la obra: "Yo, un día me moriré y nadie se acordará de mí". No menos excepcional es el comienzo de El Topo, donde vemos a un atípico pistolero cabalgar en el desierto con un niño desnudo entre sus brazos para que luego el pequeño entierre el retrato de su madre y su más preciado juguete. Como dice el jinete después de que el niño realiza esa acción: "ahora eres un hombre". Las películas de Jodorwsky contiene un número grande de escenas estimulantes donde todo los detalles triunfa desde el encuadre hasta el sonido. El problemas es que estas escenas no están completamente bien articuladas (Fando y Lis, por ejemplo, un poco mejor El Topo).


Santa Sangre, la mejor película de su director.

Pero Jodorowsky tiene al menos una joya. Santa Sangre es una gran película, a pesar de que contiene los aspectos negativos de la obra de jodorowsky, pero esta está más contenida y en dosis menores. Santa Sangre recicla el cine de suspenso, el cine de teror, la comedia e incluso el gore, de la forma menos esperada pero acertada. Es la historia de un serial killer, similar al Norman Bates de Psicosis (Fénix, el personaje principal, mata mujeres por los mandatos de una madre perversa y dominante) pero trastocado en el mundo circense, similar al de Fellini (dicho sea de paso, el cine del italiano ejerce cierta influencia en el acabado visual de Jodorowsky). Santa Sangre es la película más compleja de su autor (si exceptuamos la nefasta La Montaña Mágica) que contiene alguna de las escenas más conmovedoras e inquietantes que haya dado el cine. Pero no es una obra maestra.

En síntesis, puedo afirmar que Jodorowsky es un cineasta singular y digno de ser visto (incluso en sus peores momentos) con un filmografía bastante irregular pero lo suficientemente estimulante como para ser tomado en cuenta. Ni genio ni farsante creo que Jodorowsky pudo haber aportado más si hubiera dejado de lado su chamanismo para ser un artista completo. ¿Pero eso nos hubiera privado de las escenas más desconcertantes que haya dado el cine? Posiblemente. Entonces me inclino a decir, sin mucha convicción y a baja voz: viva Jodorowsky.

Caeiro

La secuencia inicial de El Topo