miércoles, 23 de abril de 2008

Luz silenciosa


Carlos Reygadas, el director de esta película me parecía un artista prometedor. A pesar de que su primera película, Japón, me parecía francamente insoportable, reconocía que había algunos momentos magistrales y que el hombre tenía una extraña sensibilidad, un poco afín al del extraordinario cineasta ruso Andrei Tarkovski. Su segunda película, Batalla en el cielo, me pareció más lograda que su predecesora, aunque seguía cojeando del mismo pie: el excesivo ego del director, que trataba de contar o simbolizar todo; el resultado era un enredo, brillante sí, pero que no lograba despeguer por el nudo de las pretensiones. Escenas brillantes se intercalaban con escenas disparatadas. Aún así Batalla en el Cielo era una película estimulante.

Finalmente Reygadas lo hizo. Acaba de perpetrar un película memorable que confirma su talento. Luz Silenciosa
es una de las mejores películas latinoamericanas de los últimos años. El director, esta vez contenido, retrata la historia de un adulterio dentro de una comunidad menonita en México. La espiritualidad, presente en los anteriores trabajos de Reygadas (lo que lo emparente con directores disímiles como Tarkovski, Bresson o Dreyer) es aquí el tema principal: la irresistible atracción de Johan (Cornelio Wall) hacia Marianne (María Pankratz), a pesar de que está casado desde hace años con su leal Esther (Miriam Toews), mujer que le ha dado numerosos hijos. Este ilícito romance lleva a Johan a preguntarse si es designio de dios o el diablo, mientras da riendas sueltas a su desenfrenada pasión que destruye a los partícipes de este triángulo.

Como dijimos, el punto de vista de Reygadas es espiritual, o mejor, místico. La pasión no está retratada con la exultación de los amantes hasta el paroxismo, sino con la serenidad propia de los miembros de esta comunidad alejada de la civilización. Es por eso que la naturaleza juega un papel importante, ya que los personajes viven bajo los designios de ella, que representa la presencia del Dios Todopoderoso del que ellos creen. La secuencia inicial y final, que retrata un periodo cíclico (propio de las civilizaciones antiguas) nos habla de la imposibilidad de escapar de estos hombres, y sobre todo sus protagonistas, de Dios.

Johan nunca duda de Dios pero le desconcierta la naturaleza del amor hacia su amante. Reyagadas lo filma como si se tratara de un acto místico (es soberbia la escena donde cae una hoja dentro de una habitación) y no hubiera pecado en él. Sin embargo, las consecuencias son aparentemente nefastas. Es aquí donde entra a tallar la figura de Dreyer y, sobre todo, de Ordet, su obra maestra. En Ordet, la locura de uno de los personajes remite aparentemente un mal, al igual que la relación extramarital de Johan y Marianne. Sin embargo, al final ambos terminan por revelar el carácter sagrado de ambas y terminan por realizar un milagro (que no revelaré, pero que en ambas películas remite a lo mismo). Además están las citas a esta película de Dreyer, desde la vida campesina, familiar hasta detalles como el reloj de la casa.

¿Algo que reprochar? Reygadas habla de su oposición a utilizar actores profesionales. Sin embargo, en algunos casos debió cuidar el rendimiento de sus actores, como es el caso de Peter Wall que hace del padre de Johann, que tiene una sonrisita todo el tiempo (que me hizo recordar a Pyle de Nacido para Matar) y que a veces ve a la cámara, e inclusive le parece guiñar. Pero en líneas generales, el reparto cumple su función con creces.

La promesa Reygadas se ha cumplido. Por más que no vuelve a repetir esta hazaña podrá sacar a la luz esta cinta y dejar callado a aquéllos que duden de su talento. Pero esperemos que realice otra película de similar factura ya que Latinoamérica necesita filmes de esta calidad.

Caeiro

miércoles, 9 de abril de 2008

El Sr. Burns: el personaje que Savater ignoró


En el excelente libro de Savater, Ética para Amador, el filósofo español da enseñanzas de ética a su hijo adolescente, a la vez que lo hace a jóvenes de esa edad. Por ese motivo no se le puede exigir al libro rigor filosófico o el lenguaje denso que a menudo puebla esta disciplina ya que opta por la accesibilidad para que pueda ser comprendido por adolescentes y personas que no están familiarizadas con obras filosóficas.

Sin embargo, hay puntos objetables en este libro. Savater nos habla del buen vivir y que para ello es necesario tomar en consideración que somos seres que vivimos rodeados de semejantes, y que por lo tanto debemos tratarlos como tales para alcanzar nuestros objetivos o metas finales. De los ejemplos que nos pone, destaca el ciudadano Kane, un hombre que vivió para su fortuna y que para alcnzar sus metas utilizó a las personas que vivían a su alrededor como meros objetos. Al final, como ustedes sabrán, Kane muere solo, abatido por la tristeza y decepción, añorando su infancia, el único momento de su vida que conoció el calor humano.

¿Pero todos los humanos que sigan el ejemplo de Kane terminarán así? Yo pongo como ejemplo al Sr. Burns. Este personaje es feliz donde Kane era infeliz. Es más, si su maldad se incrementara él sería más feliz. Algunos me dirán que eso no es cierto, ya que hay capítulos donde vemos al Sr. Burns necesitado de reconocimiento y cariño de los demás. Pero son excepciones, como cuando vemos al beato de Flanders renegando de su condición de devoto creyente. El Sr. Burns no necesita el calor humano para ser feliz y él, por lo tanto, no siente ni remordimiento ni incomodidad en tratar a los demás como objetos.

Algunos dirán que un Burns es imposible de existir y que solo puede pertenecer al mundo de las caricaturas. Yo digo que la humanidad es tan amplia y diversa que pueden existir varios Burns. Por ejemplo, no creo que los empresarios multimillonarios que promovieron la invasión a Iraq para aumentar sus ya exhorbitantes ingresos estén muy alejados del Sr. Burns. Es más, creo que los superan en maldad ya que no solo tratan al ser humano como objeto, sino que lo rebaja hasta la nada más absoluta; sino miren como son indiferentes a las muertes de niños, mujeres y ancianos iraquíes.

El hombre es un ser difícil de definir. Como dijo Unamuno, toda idea de hombre se convierte inmediatamente en un no-hombre, ya que esta omite todas los sentimientos, contradicciones y particularidades de cada ser humano. Savater, que retoma lo que Sartre sostuvo, afirma que el hombre es un ser condenado a la libertad. Pregunta: ¿Un esquizofrénico de tipo catatónico es libre? ¿Lo que le pasa no lo somete al punto de que no puede tomar decisión alguna? Puedo nombrar otros casos extremos de personas cuya libertad se ve vulnerada por la enfermedad, algunos de ellos fueron exterminados por los nazis, ya que no se les consideraban como seres humanos.

En fin, creo que todo intento de definir al hombre acabará en una reducción que siempre omitirá algo. Sin embargo no creo que estos intentos sean vanos, ya que son necesarios, sobre todo en el campo de la ética, tan importante, sobre todo en estos días que se ha perdido el rumbo, ya que tenemos a personas de la calaña de Bill Gates como paradigma a seguir. El trabajo de Savater no es vano, y es tarea de nosotros, como seres libre pensantes (por favor, hay que ejercer esta función) llenar los vacíos que puedan existir en cualquier obra.

Caeiro



sábado, 5 de abril de 2008

Mis cinco películas favoritas de Zombis


Hace unos meses hablé sobre la conversión en el imaginario popular sobre los zombis, gracias a la reinterpretación hecha de estos seres por George Romero. En una respuesta sobre aquel artículo prometí que iba a volver sobre el tema, esta vez para hablar de mis películas favoritas de zombis, que son mis monstruos favoritos en el cine de terror. Sin preámbulos aquí va mi lista en orden de preferencia:





1) El amanecer de los muertos (1978) de George A. Romero

Es, a mi parecer, la obra maestra de este subgénero pletórico de sangre y vísceras. Pero el deleite que nos proporciona las mutilaciones o la antropofagia no es gratuito, como muchos detractores del gore sostienen y cuyas objeciones pueden alcanzar a esta película de terror. La fruición de ver cuerpos cercenados en El amanecer de los muertos responde a una visión catastrofista de la realidad, un anatema feroz contra el orden establecido. Romero, el gran artífice de este subgénero, cuestiona despiadadamente el consumismo que lleva al hombre a ser solo un cuerpo con un cerebro atrofiado o casi inerte que piensa solo en comprar… de alguna forma no tan lejana a los zombis que solo piensan en comer hombres.

El filósofo francés Gilles Lipovetsky sostiene que: La sociedad hipermoderna está centrada en el presente, el tiempo libre, el consumo. Todo eso está reflejado en esta película, donde la supervivencia de los personajes que se encierran en un supermercado para sobrevivir al asedio de los zombis se convierte en una actividad placentera debido a los objetos que los rodean, desde muebles confortables hasta juguetes, sin tomar en cuenta el futuro (que es incierto). La destrucción de este grupo llega por el apego que llega a sentir uno de los personajes por esta vida de lujos a pesar de que la muerte lo rodea. El consumismo y el lujo anestesian a los hombres y los vuelve poco menos que zombis. Pero aquí no hay peroratas ni discursos explicativos, todo se desprende de un argumento inteligentemente estructurado y una puesta en escena eficaz, sin la parafernalia visual que distrae al espectador, como sucede con la mayoría de las producciones hollywoodenses de hoy.

Esta película, como toda obra maestra, se presta a múltiples interpretaciones. Yo apenas he tocado la punta del iceberg.






2) Caminé con un zombi (1943) de Jacques Tourneur

Antes de Romero, los zombis en el cine eran similares a su fuente de inspiración: las leyendas haitianas y africanas que hablaban de muertos que resucitaban para estar a las órdenes de su amo, quien generalmente era la persona que efectuaba la resurrección. Es decir, estas películas de terror apelaban al pensamiento mágico-religioso (las de Romero y las películas que siguieron apostaban por un pensamiento racionalista), el más arcaico pero que aún sigue teniendo vigencia.

De todas estas películas, la mejor es, de lejos, Caminé con un zombi, quizá la más poética que se haya hecho sobre este subgénero. Una enfermera (la mítica Frances Dee) viaja al caribe para atender a la esposa de un magnate que está afectada, aparentemente, por la locura. Sin embargo, poco a poco descubre que la señora está presa por un conjuro irreversible: ella es la zombi del título. El relato que aparentemente es convencional, esconde el miedo al deseo sexual, al pecado, la lujuria. La puesta en escena es la que la hace explícita con una jungla obscena y un esclavo zombi que tiene una evidente forma fálica. Es también una historia de aprendizaje para la enfermera, que más allá de experimentar el terror descubre su naturaleza sexual y los castigos que conlleva reprimirlos y trasgredirlos. Hermosa película a pesar de su contenido que, dicho sea de paso, haría las delicias de cualquier psicoanalista.





3) La noche de los Muertos Vivientes (1968) de George A. Romero

Esta película representa el segundo nacimiento de los zombis en el cine. Si otros monstruos como la criatura creada por Frankenstain o El Hombre Lobo entraban en decadencia, Romero revitaliza el género de los zombis modernizándolos: siguiendo la frase de Goya -los sueños de la razón produce monstruos- Romero crea zombis que nacen producto de la tecnología.



Algunos sostienen que el origen de los zombis de Romero es incierto, pero no olvidemos que una escena de la película afirma que la posible aparición de los muertos vivientes se deba a una radiación producida por un satélite que era enviado al espacio. La carrera espacial, tan en boga esos días, lleva a la destrucción de la sociedad que por cierto anida en su interior las disputas que provoca su aniquilamiento. Mientras los zombis, con su parsimonia atacan efectivamente en conjunto, el grupo de hombres que se protegen en una casa caen en disputas y discordias que los ponen en desventaja ante los primitivos pero unidos zombis. Somos capaces de ir al espacio pero somos incapaces de solucionar problemas como la convivencia, esa es una de las críticas de la película.



Y nada mejor que colocar como personaje principal a un negro, quien lidera el grupo de personas parapetadas y que muere no víctima de las mordidas de los antropófagos zombis, sino de una columna de atacantes humanos que se asemeja al KKK. Nuestra tecnología ha progresado de forma más veloz que nuestras relaciones sociales.





4) Braindead (1992) de Peter Jackson

El neozelandés Jackson será recordado por la trilogía de El Señor de los Anillos, una saga satisfactoria, pero que no se compara a está desfachatada, hilarante e ingeniosa película, quizá la más pletórica en mutilaciones y sangre que se haya hecho en el género.

Este filme de zombis es una excusa para retratar el complejo de Edipo, o mejor, la madre cocodrilo del que nos hablaba Lacan. Pero por favor, por la afirmación anterior no busque ni un poco de solemnidad en este filme. Un retraído joven que creció con una madre posesiva y un padre ausente se enfrenta a una epidemia de zombis producto de un curioso mono rata que infecta primero a esa señora brutal que es su madre. Pero la sujeción a la madre es tal que el joven Lionel se resiste a ser libre y la cuida a pesar del estado en que ella se encuentra y del amor de Paquita, una joven española que la liberaría de todos sus complejos.

El vecindario no tarda en infectarse y Lionel tiene que mantener en secreto la epidemia. Esta situación produce momentos realmente jocosos, de un humor negrísimo a veces, otras apela a un humor primario y morboso, pero igualmente efectivo, donde las risas son causadas por el ataque a un bebé zombi o simplemente el cercenamiento de un miembro. Los personajes de esta película son caricaturas y el enfoque que se le da la filme no traiciona esta propuesta. Pero eso no significa que sea carente de significados profundos: más allá de la representación de conceptos psicoanalíticos hay una historia oculta (que no vamos a revelar para no estropear el significado del filme) que recorre la película y que se abre dando lugar a que Lionel pase de ser un personaje torpe (un poco a la manera de Buster Keaton) a un personaje aciago y triste, lo que vuelve su ansias de liberación en un acto de catártico. La secuencia final es de antología: pocas veces he visto en el cine una representación tan audaz e inteligente del concepto lacaniano que antes expuse.

Esta película es ineludible para cualquier amante del cine, pero están advertidos: no es apto para las personas sensibles a la sangre y al humor gore.





5) El día de los muertos (1985) de George A. Romero

No solo Romero es el padre de los nuevos zombis, también es el máximo artista de este subgénero. Esta película recibió una fría acogida por la crítica, y si bien es la inferior de hasta su entonces trilogía de zombis, no deja de ser una película muy estimulante. Esta vez el filme no tiene las mismas connotaciones que sus predecesoras, pero eso no significa que sea posible encontrar más de lo que vemos.

Antes fue el racismo, luego el consumismo, ahora esta película se centra entre los conflictos entre la ciencia y el militarismo. Y aunque muchos pueden ver una crítica despiadada al mundo militar, esa mirada inquisidora de su autor también incluye a la ciencia. Son dos paradigmas distintos que necesitan convivir por el asedio de los zombis, pero, debido a diferencias irreconciliables y absurdas, esta convivencia está destinada a fracasar.

En esta película las escenas antológicas se centran en la enseñanza y análisis de un zombi, que supera sus limitaciones para empezar a dominar sus instintos primitivos para sofisticarse poco a poco. En las películas de Romero hay una evolución en el zombi, que pasa de ser meros autómatas en busca de carne humana a seres con inteligencia básica para poder organizarse, como vemos en la fallida Tierra de los Muertos (2005). Este zombi amaestrado tiene algo de niño en su comportamiento, figura que no deja de ser bastante grotesca y conmovedora a la vez. Esta película es otro triunfo de su creador que pasará a la posteridad como un autor de culto.

Otras películas

Algunos me reprocharán que haya incluido varias películas de Romero en mi lista, pero son las que más me gustan. Otras que podría recomendar son Shaun of the Dead, que es una comedia recomendable, aunque no tiene el desenfado ni la calidad de Braindead. Las películas del italiano Lucio Fulci no me gustan mucho, sobre todo Zombie 3 que me parece un mamarracho total. La única que se deja ver es Zombie (1979), aunque me parece un poco sobrevalorada. No he visto las películas asiáticas Bio Zombi (1998) y Junk (2000), pero tienen buenas referencias. Y aunque no se trate estrictamente de zombis, son interesantes las dos películas de Exterminio (en su idioma original, 28 Days Later y 28 weeks later), aunque más por lo que proponen que por los resultados. En todo caso la segunda parte me parece más lograda que la primera y tiene un magnífico inicio.

Todavía no he visto Diary of the dead, la última de Romero que retoma a sus zombis y que, al parecer, tendrá una secuela dirigida por él mismo. Solo espero que llegue pronto a mi país para poder verla.

Caeiro


Nota: Es tanto mi entusiasmo por los zombis que estoy en arreglos para que se publiquen en este blogs unos relatos inéditos sobre zombis. Cuando se llegue a un acuerdo se informará debidamente.

miércoles, 2 de abril de 2008

La esencia del rock

Led Zeppelin, una de las mejores bandas de todos los tiempos.
Sé que es ambicioso definir la esencia del rock, pues para comenzar es necesario sostener que, en efecto, el rock tiene una esencia y como casi todo lo que existe, es casi improbable saber si algo tiene esencia. Pero este artículo no pretende tener rigor científico ni filosófico, por lo tanto solo expondré mi punto de vista al respecto. Y, sí, creo que el rock tiene algo que puede ser llamado esencia, es decir una característica particular que incluye a todos los diversos géneros que viven en ella, desde el punk hasta la música progresiva, desde el dream pop hasta el death metal.

Para empezar voy a rebatir algunos mitos del rock, los cuales hasta ahora gozan de credibilidad y se hacen pasar como esencia del rock.

El primero de ellos debe ser el de la rebeldía y el inconformismo. En efecto, cuando el rock nació sufrió una condena social, ya que asociaban a la nueva música con el pandillaje, la drogadicción y otros males sociales. Pero esta condena, como muchas otras, produjo el efecto contrario: en vez de volver impopular al género lo hizo multitudinario. Los jóvenes vieron en este nuevo género una válvula de escape a la represión ejercida por una sociedad conservadora como la norteamericana. No está demás decir que el rock jugó un papel de cierta importancia en la flexibilidad del orden social. ¿Pero esta rebeldía puede ser la esencia del rock, más aún cuándo hoy ya es aceptada? ¿Y cuándo el rock canta a favor del orden establecido deja de ser rock? Por ejemplo, ha aparecido recientemente un grupo llamado Right Brothers que promueven a viva voz el pensamiento ultra conservador e, incluso, llegan al punto de editar un tema llamado Bush was right (Bush tenía razón). ¿Deja de ser rock lo que hace este grupo? Por supuesto que no. Y no es un caso aislado. Hay muchos grupos de rock cristianos fundamentalistas, grupos de metal nacionalistas (que si bien alientan cierto grado de anarquía, como el Inner circle, también es cierto que algunas de sus prédicas harían delicias al oído de un político como Jean-Marie Le Pen) y un sinnúmero de bandas que promueven el conformismo. No hay que olvidar que hasta un icono de la rebeldía como Johnny Ramone era un ferviente conservador. Entonces olvidémonos que el rock es esencialmente inconformista.

Los Beach Boys, creadores de Pet Sound, quizá el disco más bello de todos los tiempos.

Otro mito: El rock es fuerza, energía y rabia. Como nació con esas características se cree que le son inherentes. Pero solo parte del rock es así, ya que tendríamos que sacar a millares de grupos del género, incluyendo a bandas esenciales como los Beatles, los Beach Boys e incluso a baladas excelsas compuestas por Judas Priest como Here Come the Tears, por ejemplo. El rock puede ser estridente, pero también suave, tierno, frágil o susurrante. Entiendo que haya gente que disfrute más de uno que el otro (el rock pesado que el pop o viceversa) pero eso no implica que sean excluyentes entre sí. Ambos pueden convivir sin conflictos dentro del rock.

La simplicidad del rock. Muchos críticos de rock peruanos nos hacen creer que cualquier intento por emparentar el rock con la literatura o hacer que los temas duran más de 5 minutos de duración es un sacrilegio. Es decir creen que el rock debe ser un arte que busque siempre la simplicidad, pues de cierto modo allí radica su razón de ser. Craso error. Muchos grupos y producciones han demostrado que el rock puede aspirar ser más complejo que en sus inicios. El rock progresivo (para muchos una mala palabra) es un tan valido como el punk más rústico. La calidad de un disco ambicioso se mide en relación de sus pretensiones, si es que estas se llegan a cumplir satisfactoriamente o no. Pink Floyd, Genesis, Can, King Crimson, entre otros grupos, ya nos han demostrado que es posible proyectarse a proyectos densos en el rock. Así como en la literatura hay espacio para el humilde haiku (pero no por eso inferior) y las novelas de 700 páginas, el rock también puede albergar a la música de tres acordes y los largos y virtuosos solos de guitarras. Y aquí hay otra observación que hacer: muchos cuestionan que el rock se empariente con la literatura para cobrar validez. Estoy de acuerdo que el rock no necesita de la literatura para adquirir prestigio, pero no desapruebo que se haya esta aproximación por motivos artísticos o estilísticos. Así como la misma literatura se influencia de otras disciplinas artísticas, incluidas la música y, por supuesto, el rock, lo mismo puede suceder en los ámbitos del rock. Pero eso no debe llevar a confundir las propuestas musicales: se hace música o literatura y cuando se hace música se toma prestados elementos de la literatura. De allí a que trascienda su formato musical es una cosa que no compete a la música y, por ende, al rock.

Pocos grupos han sabido combinar tan bien como Pink Floyd lo fastuoso con el rock


¿Entonces qué cosa hace que el rock pueda ser tan variado y distinto? Creo que ese es el meollo del asunto: su maleabilidad para ser transformado en varias propuestas, algunas antagónicas, pero sin perder el estatus de rock. Si cogemos un blues y lo juntamos con la música salsa es muy probable que no salga algo inefable. En cambio el rock tiene una facilidad para juntarse o fusionarse con todo, para abarcar un sinnúmero de propuestas, para ser rudo y para ser grácil, para ser simple y mínimo o complejo y extenso. La volubilidad quizá sea lo más característica del rock. Y aunque muchos solo opten por ciertas coordenadas del rock yo no dejo de disfrutar la amplia variedad que esta me ofrece, ya sea Enslaved, Opeth, Arcade Fire o Feist. Todo es válido, pero, eso sí, no todo goza de calidad. Es tarea de cada uno evaluar sus gustos pero recomendaría que evalúen todos los registros del rock, ya que se estarían perdiendo de otras propuestas que enriquecerían su vida. Y bueno no solo de rock vive el hombre y es preferible examinar otros géneros. Porque al final se trata de música


La excelente banda de black metal Enslaved

Caeiro