martes, 20 de abril de 2010

La corrida de toros: ¿Arte o crueldad?


Hace pocos día leí un artículo del escritor peruano Vargas Llosa donde defiende su derecho a ver ese espectáculo ancestral denominado corrida de toros ante la posibilidad de que sea prohibido en Barcelona. Este artículo me ha llevado a evaluar nuevamente mi postura respecto a este deporte o arte, aunque al final ha prevalecido mi posición de siempre: la corrida de toros es una espectáculo cruel y brutal.

No soy un conocedor ni aficionado de la corrida de toros, si lo fuera difícilmente estaría en contra de este espectáculo. Pero soy consciente que muchas personas ilustres han sido y son aficionados de los toros. Todos ellos lo consideran un arte (aunque no está contemplado en los famosos 9 artes) y han dedicado páginas, pinturas o partituras sobre este espectáculo. Como repito, no soy entendedor de los toros, así que voy a confiar en el criterio de estos intelectuales y artistas: la corrida de toros es en efecto un arte. Un arte que celebra la violencia y la muerte temas válidos para el arte. Pero, ¿el hecho de que sea un arte justifica la espantosa tortura que sufre el toro? ¿Es ético permitirle todo al arte? En un disco de
David Bowie se plantea la posibilidad de que los asesinatos sean obras maestras debido a la destreza estética del autor que perpetra estos crímenes. Puede haber belleza y profundidad en estos actos criminales si es que hay pericia artística detrás de este abominable delito. ¿Eso eximiría a un posible asesino-artista? Desde luego que no. Creo que hay una evidente frivolidad en la postura de Vargas Llosa: el privilego del goce estético sobre los posibles inconvenientes éticos que su afición puede representar.

Ojo, no soy una persona que excede su amor hacia los animales y quiere vivir en un mundo irreal donde no se consuma carne o, peor aún, que se equipare el derecho de los animales al de los seres humanos. Yo soy carnívoro y no tengo problemas con ello. O casi ninguno. Soy consciente que no todos los animales son criados en buenas condiciones y que muchos son sacrificados de una manera atroz y dolorosísima, como el ejemplo de las langostas que pone
Vargas Llosa en su artículo. Yo por eso abogo por un trato humanitario en la crianza de los animales de consumo y por una muerte rápida y lo menos dolorosa posible*. Justo por eso puedo afirmar que la corrida de toros me parece abominable desde una óptica moral ya que se somete a un tormento indecible a un animal que si bien puede ser fiero y tiene cuernos mortales tiene todas la de perder.

Finalmente
Vargas Llosa habla de que no se puede prohibir la corrida de toros porque atenta contra la libertad de algunas personas como él que quieren seguir viendo tal espectáculo. Hasta cierto punto tiene razón. ¿Cómo puedo imponer mi punto de vista a personas que no comparten la mía? Pero el mismo Vargas Llosa parece contradecirse en otro artículo donde habla de la banalización del arte y la cultura debido a la popularización de esta. Pide restablecer la credibilidad e importancia de las elites intelectuales que determinaban lo que era el buen gusto. Su justificación: la improbabilidad de que todas las personas tengan el conocimiento suficiente para opinar y juzgar con propiedad lo que es arte y no. Bueno, comparto a medias su posición que me parece un poco anticuada en algunos aspectos, eso será materia de otro post, pero creo que en este artículo Vargas Llosa erige a un grupo privilegiado de personas para que determine lo que es bueno y no en el arte, y que el resto, de alguna manera, adopte este modelo impuesto. ¿No podemos trasladar esto al ámbito moral? Si es cruel e inmoral someter a un animal a un sufrimiento insoportable solo por la fruición estética de un grupo, ¿no se puede prohibir ya que lo determinó un grupo de personas ilustradas en ética y moral? Suena un poco autoritario, sí, pero estoy usando la lógica del ilustre escritor peruano. Además, todas nuestras normas o leyes son impuestas por un grupo de personas que legislan y es la misma sociedad en la práctica la que da su aprobación o no. Por lo tanto, creo que nuestra sociedad ya es más consciente sobre el derecho de los animales a no ser torturados; ya ha madurado en ese aspecto**, por lo tanto no sería una locura que se dé una norma que prohíba la tortura animal y que por lo tanto se prohíba este espéctaculo cruel.
Por más que empobrezca el panorama cultural o tradicional de ciertas personas creo que en este caso debe primar el derecho animal de no sufrir en exceso.




* Y que no me diga alguien que este no es probable: hay una pistola de aire comprimido que mata instantáneamente a las reses (se menciona y se ve el aparato en la película Sin lugar para los débiles). Por lo tanto, el dolor, si hay, se da en un lapso tan corto que la res no ha tenido tiempo para procesar esta sensación.

** No creo que esto funcione con todas las sociedades. Hay pueblos que considera el sufrimiento animal algo más que gozo estético. Es base de sus creencias religiosas o místicas que dan sentido a su existencia. Por lo tanto prohibir estas prácticas que son rituales en ellos, podría llevar a desaparecer su identidad. Estas sociedades no están preparadas para aceptar que el sufrimiento del pobre animal está por encima de sus prácticas ancestrales. En estos casos no creo que sea apropiado ni conveniente prohibir este maltrato. No pasa lo mismo en nuestras sociedades occidentalizadas, donde la consciencia sobre el maltrato animal está bastante fortalecida.

Caeiro